UNA CAPILLA ENVUELTA POR UNA LEYENDA

Los primeros lugares de culto cristiano pueden denominarse capillas, en la medida en que eran iglesias informales, es decir, una cámara en una casa, o el atrium y tablinum de la casa adaptados para tal fin; pero los primeros oratorios o capillas, a diferencia de los edificios donde el obispo y el presbiterio presidían las asambleas regulares de cristianos, eran probablemente los monumentos a los mártires.

El primer caso registrado de una capilla privada es el de Constantino (el prototipo de la capilla real y de las saintes chapelles de Francia, a saber: en París, Vincennes y St-Germain-en-Laye); el Emperador tenía una capilla en su palacio de Constantinopla, y llevaba consigo en sus guerras y viajes un facsímil de la misma en forma de tienda portátil.

Otro ejemplo temprano de una capilla dentro de otro edificio es la pequeña ahora conocida como Sancta Sanctorum, en la parte que aún queda del antiguo palacio de Letrán. Era la capilla privada de los Papas y existía ya para 583, cuando Pelagio II colocó ciertas reliquias en ella

Existen ejemplos de que los lugares de reunión originales de los cristianos se conservaron bajo el nivel de la iglesia posterior, pues el suelo creció con el transcurso de los siglos.

Así, en la cripta de San Clemente en Roma hay una cámara, actualmente inaccesible, que pudo haber sido parte de la casa de Clemente. La expansión del cristianismo de las ciudades al campo debe haber ocasionado temprano la erección de oratorios y capillas para el uso de los creyentes que vivían lejos de la iglesia del obispo.

San Juan Crisóstomo exhorta a los nobles y a los ricos a construir capillas en sus casas de campo y a emplear sacerdotes, diáconos y otros clérigos para que celebren allí, los domingos, el Sacrificio Incruento; para que los días de semana celebren los Oficios matutinos y vespertinos, y para bendecir la mesa, y enseñar a los niños y sirvientes de la propiedad.

De allí seria la historia a través de los siglos se ha ido desarrollando 13 tipos de capillas, y en esta semana quiero refirme a una en especial porque en esta semana dentro de su espacio tiene tres celebraciones muy pocas conocidas en nuestra ciudad.

CAPILLA DE CANTUÑA.-  De acuerdo a una probanza de los indios de la Veracruz de Naturales esta capilla fue hecha por los propios indígenas cofrades, quienes comenzaron su construcción poco antes de 1581. A finales del siglo XVII los derechos sobre el uso de la capilla fueron traspasados a la Tercera Orden Franciscana y a la Cofradía de la Virgen de los Dolores, que había despertado para entonces una enorme devoción entre la feligresía Quiteña.

Para la segunda mitad del siglo XVIII, la actividad constructiva se desplegó en tres frentes: complementación de trabajos en la iglesia, que determinaron cambios cualitativos en su configuración; adecuación de nuevas dependencias en los Claustros existentes y la edificación de tres Claustros más.

De esta visión del proceso se podría decir que su construcción no dependió de un plan arquitectónico unitario, ya que sus diferentes partes se fueron haciendo paulatinamente en conexión con ciertos acontecimientos. Sin embargo, llama la atención que, a pesar de ello, se logró crear un todo armónico y articulado de masas.

La capilla de la Cofradía de la Veracruz de Naturales no es otra que la Capilla de Cantuña, que dio lugar a la famosa leyenda sobre el indio Cantuña y que fue narrada por primera vez por el padre Juan de Velasco en su Historia del Reino de Quito

Según cuenta la leyenda, cuando los conquistadores españoles entraron a Quito, no sólo Rumiñahui incendió la ciudad, sino que otros aborígenes se dedicaron a esconder los tesoros de los templos y palacios incas. Uno de ellos era el pequeño Cantuña, que no podía cargar con el peso que llevaba, así que cayó sobre una choza incendiada y allí lo encontró malherido un capitán español, Hernán Juárez, que lo llevó a su casa y lo educó.

Años más tarde, el protector de Cantuña se vio ante una grave situación económica, pero éste, agradecido, le dio parte de los tesoros indígenas. La fortuna fue heredada por Cantuña, que la acrecentó con nuevos tesoros. Ante tan inesperada riqueza y preguntado por ella, Cantuña dijo que el diablo se la había dado; fue llevado al Tribunal del Santo Oficio y defendido por un franciscano a quien prometió, en pago, la construcción de una capilla a su muerte. Hoy en el claustro franciscano hay una lápida que dice: «Ésta es la sepultura de Francisco Cantuña y sus herederos. Año de 1669».

La puerta de ingreso esta fue construida a fines del siglo XVI, puede ser considerada una de las más originales de la arquitectura virreinal, y por esto tiene ligado armónico de detalles referentes a varias épocas de la historia.

Como las dos columnas corintias que soportan un tímpano triangular, y dentro de esta organización se halla la puerta de madera siendo de entrada, de arco semicircular y sencillo molduras ejecutadas por Samuel Chávez carpintero, y Severo Carrión tallador.

La capilla tiene forma de bóveda, cubierta con bóveda de cañón de una sola nave. La bóveda del cuerpo de la capilla es de tres puntos. Tiene ocho retablos, un coro y una sacristía. Sobre el presbiterio se levanta una cúpula con su linterna, lo que hace interesante la capilla.

Dentro de la misma se encuentran las esculturas de San Pedro de Alcántara y de San Lucas, debidas al padre Carlos, y la talla de la impresión de las llagas de San Francisco acompañado por dos ángeles, creación de Caspicara.

La veneración a la Virgen de los Dolores en la ciudad de Quito es muy antigua, se remonta al siglo XVI. Sin embargo, empezó a florecer en la segunda mitad del siglo XVII, teniendo su mayor apogeo en el año 1776, con el establecimiento de la cofradía en la Capilla de Cantuña.

El retablo principal una obra de arte que se puede admirar el estilo barroco, ya que se puede ver el influencia de los elementos decorativos sobre las imágenes; el retablo es complementado por el magnífico grupo del Calvario (del que forma parte la Virgen de los Dolores) colocado en su nicho central, atribuido también al maestro Legarda talló las columnas, paños, friso, cornisa, arco, remate y docenas de exquisitos elementos ornamentales.

Las hornacinas y repisas están llenas de hermosas esculturas que también son de su autoría; finalmente completó el conjunto dando al nicho central un marco de espejos y plata. De los seis retablos que posee en la actualidad, dos fueron trabajados en la década de los sesenta.

Para tener presente la vida dentro de la capilla a través de los siglos, debemos resaltar algunas fechas claves. Empezando por 1668, uno de estos fue dedicado a San Lucas, patrono de los pintores y escultores, con imagen tallada por el padre Carlos. Probablemente, este hecho supone la fundación de una cofradía para este gremio en esta Capilla. En el siglo XVIII, efectivamente, esta hermandad estuvo ligada a este espacio.

Siendo Síndico de la Cofradía como era el deber de esta responsabilidad cuidar de sus intereses, especialmente económicos o sociales el artista Bernardo de Legarda, éste retocó la imagen del Santo Patrono. El 3 de noviembre de 1668, Francisco Cantuña, «hizo data de capilla y sepultura con los franciscanos (...) frente al púlpito en la Capilla de la Veracruz de cuatro varas en cuatro» a cambio de lo cual se obligó «como maestro oficial cerrajero a construir un adorno para el retablo, una hechura de la Virgen de la Concepción y otro de San Francisco».

Al año de esta concesión, el 22 de noviembre de 1669, según quedó registrado en el altar de la impresión de las llagas de San Francisco —alto relieve atribuido a Manuel Chili, Caspicara—, se terminó esta Capilla mandada a hacer por Francisco Cantuña y sus herederos; la lápida de ingreso a la cripta está hoy en la pared oriental del Claustro Principal.

Dado que esta información, de entrega de capilla, es la única que relaciona a este espacio con el herrero, se puede afirmar que este hecho determinó que, desde esos años, se la conociera con su nombre.

La Capilla de Cantuña fue única y exclusivamente de los indígenas hasta 1719. En este año, el Comisario de la Tercera Orden Franciscana elevó solicitud al Definitorio de adjudicación «de la capilla de los naturales para dicha tercera orden». Se le concede bajo la condición «que a los naturales no se les haga prejuicio e impida devoción».

Con el establecimiento en Quito de la Tercera Orden, es lógico suponer que se les entregó a estos un lugar dentro de la iglesia para el culto y enterramiento de sus hermanos. Hasta la segunda mitad del siglo XVIII, los terciarios tuvieron exclusiva competencia sobre la Capilla de Cantuña.

El creciente fervor por la Dolorosa llevó a solicitar licencia para la fundación de una cofradía, la misma que estuvo conformada por los personajes más representativos de la esfera religiosa, política, económica y social de la época. La Cofradía de los Dolores y los terciarios, pese a varias dificultades iníciales, compartieron esta Capilla hasta finales del siglo XIX. Al parecer la Cofradía estuvo en vigencia hasta aproximadamente el año 1895. De ello solo quedando la Tercera Orden Franciscana.

Referirse a la Tercera Orden Franciscana es tema de otro artículo, además en el recorrido que se realizó con el tema la penitencia en la vida de Quito y sobre los personajes de nuestra ciudad que formaron parte de la misma.

Justamente el trabajo de la Tercera Orden de este grupo religioso la señorita Ángela María Fuentes, es la que realizo el remplazo de las puertas centenarias que habían perecido por estragos del tiempo a cambio de puertas de cedro inaugurándose el día del Santo Franciscano de Padua  del año de 1926.

Además en esta capilla luego de la misa de 7 de la mañana todos los sábados se repartía el café para las personas de la calle liderado por los miembros de la Tercera Orden, y el 13 de junio era el almuerzo anual de San Antonio. Razón por la cual muchas personas esperaban en estas puertas para recibir el alimento.

En julio del 2018 cerró sus puertas para empezar una restauración por parte del Instituto Metropolitano de Patrimonio en la cual encontraron en aspecto funerario restos óseos, También se recuperó un escudo de la torre principal que tiene una cargada una rica simbología franciscana.

También la sorpresa de encontrar una pintura mural de hace 4 siglos que representa el Calvario y está detrás del retablo de San Lucas, que no se tenía registro de su existencia, y se pudo observar en el mes de enero del 2019 a través de visitas previa inscripción. Y así el 5 de junio reabierta al público.

FUENTES

  • Historia del Reino de Quito
  • Historia del Arte Ecuatoriano
  • La Provincia de San Francisco de Quito
  • La Real Audiencia de Quito Claustro de los Andes
  • Contribuciones a la Historia del Arte en el Ecuador
  • San Francisco, Una Historia para el futuro
  • Plazas y Plazuelas de Quito
  • Página web Del Municipio De Quito
  • Diario El Comercio

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