LA PRIMERA UNIVERSIDAD EN QUITO

Retomando los artículos de los espacios emblemáticos de la capital, Quiero referirme al Primer Establecimiento de Estudios Superiores que tuvo nuestra ciudad. La cual sea dicho de paso un día como hoy nació oficialmente.

UNIVERSIDAD DE SAN FULGENCIO. – A cargo de los religiosos de la Orden de San Agustín. Hubo un proyecto anterior, de acuerdo a una Cédula Real de Felipe II, firmada en Badajoz el 5 de agosto de 1580. Entre los representados, observa Descalzi, se pondera “cómo Quito era una ciudad que iba ennobleciéndose en edificios y multitud de gente”. Este documento regio fue presentado por el Procurador Juan de Londoño y aprobado por la Real Audiencia de Quito el 2 de noviembre 1581.

Incluso se había propuesto adaptar para ello la casa de Santa Bárbara, que había sido el primer Convento de los Agustinos, adquirido después por el Obispo para construir un hospital. Por motivos desconocidos, el documento no cuajó. El Padre Gabriel de Saona, como Prior de San Agustín y Vicario Provincial, que había apoyado la idea, retomó la iniciativa y se propuso conseguirla para los agustinos, ya que consideraba necesaria una Universidad en Quito, “para la formación de clérigos e hijos de españoles en aquella tierra”. Un viaje a España y Roma, le facilitarán las gestiones.

En la capital de la Cristiandad donde pasó una larga temporada, tuvo fácil acceso a la Santa Sede, a la que propuso el proyecto de crear la Universidad. Se ganó la voluntad el Pontífice y obtuvo la Bula INTELIGENTE QUAM DOMINO GRATI, que firma en Roma el Papa Sixto V, el día 20 de agosto de 1586, día que sería el nacimiento de este establecimiento “junto a San Marcos con el anillo del pescador, segundo año de nuestro Pontificado”.

El decreto papal después de considerar justas las razones expuestas en las peticiones, como eran la numerosa población de Quito, la distancia de otro centro semejante, la capacidad de la casa agustiniana, en la cual hay algunos maestros y profesores eruditos, etc., se concede a los religiosos agustinos de la Provincia de Quito, la fundación de una Universidad de Estudios Generales.

Con esta aprobación en la mano, el ilustre agustino Saona, pasa a Madrid, a fin de solicitar el Placet Regio, ya que solo así, la concesión papal tendría el rango legal a efectos civiles. La solicitud consta como presentada con fecha de 17 de marzo de 1587. El Placet Regio tardaba en llegar, por lo cual, el solicitante regresó a Quito, ya entrado el año de 1589 con la apreciada Bula.

Piensan algunos que el centro debió comenzar a funcionar de inmediato con carácter de Universidad Pontificia. Así, la The Catholic Encyclopedia y otros, por ejemplo, Rodríguez de la Cruz, ya que no se comprende que una espera de 14 o 15 años. No Así González Suárez, cuyo sentir es que no comenzaría hasta 1603, fecha de la aprobación de los Estatutos. No lo ven tan claro Jijón y Caamaño y Tobar Donoso, a pesar de la tardía aprobación oficial de la Curia Generalicia de la Orden, según patente firmada por el Prior General, fray Hipólito de Ravena, con fecha del 1 de septiembre de 1602.

El Obispo de Quito, Fr. Luis López de Solís, agustino, quien cuando llego a ser Provincial envió a hermanos suyos de comunidad a nuestra ciudad para que se establecieran, fue un gran promotor de la Universidad de Quito y acudió con insistencia y diversos razonamientos ante el rey Felipe II y, fallecido éste, ante Felipe III.

En carta de abril de 1601 manifiesta: “En diversas flotas pasadas he enviado informes al rey Felipe II… para recabar la fundación de Universidad, ya que en todo el reino del Perú no hay tierra más dispuesta que Quito para este efecto”.

Y a continuación insiste en la necesidad y urgencia de obtener esta gracia para tantos motivos. ¿Llegó el deseado veredicto real? Parece ser que sí, aunque se demoró. La citada bula de Sixto V pasó al consejo del 5 de febrero de 1621 y éste pide el dictamen del fiscal, que responde el 24 de mayo de 1622 con algunas limitaciones.

Sorprendentemente, quizás por pura fórmula ordinaria, la bula pone una condición: “Mientras y hasta que el rey Felipe establece otra Universidad de estudios generales en dicha ciudad”. De hecho, se funda la de San Gregorio Magno, dirigida por los Jesuitas, el año 1620 y después la de Santo Tomás, de los Dominicos y las tres seguirán funcionando al mismo tiempo. La de San Fulgencio seguiría en pacífica posesión de hecho y derecho con toda normalidad hasta 1786.

Los términos de la bula ofrecen una concesión bastante amplia, tanto en lo concerniente a materias cuanto al alumnado; no es una simple Facultad de Teología únicamente para los propios religiosos de la Orden, según se verá. Dice el texto: “Lean, enseñen e interpreten la Teología, el Derecho Canónico y Artes Liberales, así como cualesquiera otras facultades lícitas y ciencias públicas”.

Y añade a continuación: “Estudien en sus Facultades los hermanos de la misma Orden y otros cualesquiera escolares, ya sean laicos o clérigos seculares y de cualesquiera de las Órdenes regulares, incluso de las mendicantes, cualquiera que sea su origen (de procedencia) o de cualquier lugar que vengan”. Podría conceder los grados de Bachiller, Licenciado, Doctor y Maestro, así como otros grados y diplomas de lícita facultad.

Los Estatutos de la Universidad no se aprueban hasta el 20 de diciembre de 1603. Así consta en Actas del Capítulo Provincial intermedio. Con este motivo se reúne el Definitorio, el Provincial. Fray Agustín Rodríguez, los definidores, Fray Diego Mollinedo, Fray Juan de Figueroa. Al fundarse San Fulgencio, dice el Sr. Jijón, se hicieron los nombramientos de Rector y catedráticos.

Entre los más conspicuos catedráticos de San Fulgencio hay que citar al P. Fray Basilio de Rivera. En estos estatutos se establece la fórmula para otorgar los grados de Artes, Teología, Cánones, Leyes y Medicina.

La colación de grados se daba por el consejo general, formado por el Rector y cuatro consejeros, responsables del gobierno de la Universidad. Sugiere Tobar Donoso, que “los frailes soñaban con grandes progresos; por eso los Estatutos fueron ambiciosos y establecieron aún el modelo de conferir el doctorado en medicina, enseñanza que habría de fundarse en Quito un siglo después”.

Los estudios de San Fulgencio hasta 1620 fueron únicos, tuvieron momentos de gran prestigio, que resalta el mismo Jijón y Caamaño al hablar de los títulos otorgados en 1638 a Álvaro Cevallos Bohórquez, a quien el Obispo Oviedo recomendaba para una canonjía.

“Todavía a mediados del siglo XVII era el centro más importante, asegura Fernando Campo, que aporta como prueba un manuscrito, conservado en Salamanca, sobre la Honras Fúnebres celebradas en la iglesia de San Agustín de Quito con ocasión de la Reina Isabel de Borbón.

La Universidad tuvo su época de decadencia, naturalmente; pero resulta anecdótico y chocante hablar de signo de tal decadencia el que un zapatero de Popayán llegó a obtener el doctorado en ella sin saber latín, deduciendo que se concedían grados a la ligera. Llega a hablarse de decadencia en términos muy duros por parte de González Suárez, como decir que se concedían grados desprestigiados.

Es muy elocuente, sin embargo, el juicio del no menos sabio, don Julio Tobar Donoso, historiador ponderado y justo. Dice: “Se ha dicho que la Universidad agustiniana fue pródiga en concesión de títulos y que a esa facilidad se debió su rápido descrédito. Mas, los documentos publicados hasta aquí, permiten colegir que aquella acusación es desmesurada.

Para hacer esta afirmación, aduce las siguientes pruebas documentadas: “De 1679 a 1769, según el cuadro publicado por el doctísimo investigador Jacinto Jijón y Caamaño, se graduaron solamente individuos extraños a la Orden.

Y las circunstancias de que acudiesen a San Fulgencio personajes de la estatura científica y moral del doctor José Antonio Maldonado, hermano de Don Pedro Vicente, para ganar la borla académica en Teología (1729), bastan para presumir que el desmedro de la fama del Instituto, no era sensible”.

Con ocasión de la visita del P. Joaquín Iserta, enviado de Roma con espíritu reformador, el 15 de octubre de 1775, levanta acta e informa sobre el lugar de la Universidad de San Fulgencio, títulos que podía conferir, amén de otros detalles de interés para apreciar la buena marcha del centro. Con todo, dispone de reducción de grados a sólo miembros de la Orden.

Una Cédula Real de Carlos IV, expedida el 25 de agosto de 1786, prohíbe dar grados a los propios sujetos de la Orden, con lo cual, queda suprimida. Conocidas son las circunstancias sociopolíticas de estos años. Fue en el aula Magna de esta institución que se firmo el 16 de agosto de 1809 el Acta de la Independencia de Quito.

Además, no hay que pasar por alto que no todo se perdió de esta pionera Universidad ya que quedo como herencia una rica biblioteca la cual tiene ejemplares en materias como: Teología, Derecho Canónico, Matemáticas y Ciencias.

Y esto a través de la Fundación Conservartecuador y la asistencia financiera por parte del Príncipe de Holanda en el 2017 logro conservarse 21.432 libros patrimoniales. Que haciendo esto posible que a través de sus grandes volúmenes y en cada hoja transportarse a la época en que la Universidad de San Fulgencio brillaba con luz propia en estas tierras.

FUENTES

  • Historia General de la Republica del Ecuador de Federico González Suarez
  • Historia de la Cultura Ecuatoriana de Fr. José María Vargas OP
  • La Real Audiencia de Quito, Claustro en los Andes de Ricardo Descalzi
  • La iglesia, modeladora de la nacionalidad de Julio Tobar Donoso
  • Disertación acerca del establecimiento de la Universidad de Santo Tomás en Quito por Jacinto Jijón y Caamaño
  • Fray Luis López de Solís O.S.A de Fr. Félix Carmona Moreno OSA
  • Pagina web The Catholic Encyclopedia
  • Pagina de Facebook FUNDACION CONSERVARTECUADOR
  • Diario El Universo

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