MANUEL SAMANIEGO Y JARAMILLO

Hoy día de la Asunción de la Virgen les traigo la biografía de un artista que pinto este dogma y que lo podemos observar en el retablo mayor de la Catedral Primada de Quito. Pero antes de abordar su vida les compartiré de qué se trata la Asunción de la Virgen.

Así murió la Virgen María según San Juan Damasceno, Doctor de la Iglesia.

“La Madre de Dios no murió de enfermedad, porque ella por no tener pecado original no tenía que recibir el castigo de la enfermedad. Ella no murió de ancianidad, porque no tenía por qué envejecer, ya que a ella no le llegaba el castigo del pecado de los primeros padres: envejecer y acabarse por debilidad. Ella murió de amor. Era tanto el deseo de irse al cielo donde estaba su Hijo, que este amor la hizo morir.

Unos catorce años después de la muerte de Jesús, cuando ya había empleado todo su tiempo en enseñar la religión del Salvador a pequeños y grandes, cuando había consolado tantas personas tristes y había ayudado a tantos enfermos y moribundos, hizo saber a los Apóstoles que ya se aproximaba la fecha de partir de este mundo para la eternidad.

Los Apóstoles la amaban como a la más bondadosa de todas las madres y se apresuraron a viajar para recibir de sus maternales labios sus últimos consejos, y de sus sacrosantas manos su última bendición.

Fueron llegando, y con lágrimas copiosas, y de rodillas, besaron esas manos santas que tantas veces los habían bendecido. Para cada uno de ellos tuvo la excelsa Señora palabras de consuelo y de esperanza. Y luego, como quien se duerme en el más plácido de los sueños, fue Ella cerrando santamente sus ojos; y su alma, mil veces bendita, partió a la eternidad.

La noticia cundió por toda la ciudad, y no hubo un cristiano que no viniera a llorar junto a su cuerpo, como por la muerte de la propia madre. Su entierro más parecía una procesión de Pascua que un funeral. Todos cantaban el Aleluya con la más firme esperanza de que ahora tenían una poderosísima Protectora en el cielo, para interceder por cada uno de los discípulos de Jesús.

En el aire se sentían suavísimos pero fuertes aromas, y parecía escuchar cada uno, armonías de músicas muy suaves. Pero, Tomás Apóstol, no había alcanzado a llegar a tiempo. Cuando arribó ya habían vuelto de sepultar a la Santísima Madre.

Pedro, – dijo Tomás- No me puedes negar el gran favor de poder ir a la tumba de mi madre amabilísima y darle un último beso a esas manos santas que tantas veces me bendijeron. Y Pedro aceptó. Se fueron todos hacia el Santo Sepulcro, y cuando ya estaban cerca empezaron a sentir de nuevo suavísimos aromas en el ambiente y armoniosas músicas en el aire.

Abrieron el sepulcro y en vez de ver el cuerpo de la Virgen encontraron solamente…una gran cantidad de flores muy hermosas. Jesucristo había venido, había resucitado a Su Madre Santísima y la había llevado al cielo.

Esto es lo que llamamos La Asunción de la Virgen María.

Y ¿Quién de nosotros, si tuviera los poderes del Hijo de Dios, no hubiera hecho lo mismo con su propia Madre?”

Ahora si la biografía de uno de los exponentes de la Escuela Quiteña, del cual hemos visto sus obras pero poco se conoce sobre su vida a continuación:

MANUEL SAMANIEGO Y JARAMILLO.- Quiteño de origen se lo ubica en el siglo XVIII y principios del XIX. Nació en el barrio de San Blas en 1767. Se lo considera el máximo exponente de la pintura dentro de la Escuela Quiteña.

Muy joven se casó con Manuela Jurado López de Solís, doce años mayor que él, de carácter muy enérgico, pero le tocó sobrellevarla. Con gran esfuerzo y con el producto del trabajo de los dos, establecieron un taller de pintura, escultura, espejería y platería a través del cual fueron labrando su fortuna.

Doña Manuela se sintió muy ofendida por un acto de infidelidad de su marido, a tal punto que lo llevó a la cárcel de la Audiencia. Fruto de esa infidelidad con doña Josefa Yépez, nace una niña, fuera del matrimonio a quien la llamaron Mariana.

El encargado de conocer la causa de la demanda fue el oidor don Antonio Suarez Rodríguez. Samaniego, nombró por defensor a don Joaquín Aguilar y Venegas, procurador de la causa de la Real Audiencia.

Desde la cárcel, donde estaba preso, hace algunas declaraciones, en una de esas deja constancia que es el encargado de dirigir una obra de carpintería en el retablo de la iglesia del Convento de Santa Clara, por un tiempo de dos años; además solicita que se le dé su libertad, porque debe concluir la obra para el señor Regente y que los oficiales que trabajan con él, no pueden seguir sin su dirección y si no cumple, puede ser objeto de juicio. La esposa se opuso a esta demanda de Samaniego y argumenta que hay muchos artesanos que pueden continuar las obras que inició.

El pintor insiste en su petición el 15 de noviembre de 1797, y argumenta que: “varias obras que están a su cargo debe entregarlas con prontitud y enviarlas a Santa Fe de Bogotá, a Lima, Guayaquil y otras partes; que esta detención no solo le hace quedar mal, sino que lo desconceptúa y lo hace ver como un delincuente” .

Consiguió la libertad el 23 de diciembre del mismo año, pero bajo fianza y se le obligó a prometer fidelidad y a dejar para siempre el adulterio; por otro lado se comprometía a “no ofender, injuriar, ni maltratar de obra ni de palabra, directa ni indirectamente, a su legítima mujer”.

Lo sucedido le sirvió como escarmiento, pues nunca jamás este desliz de su juventud se repitió. Samaniego fue un artista muy cotizado y al que le faltaba tiempo para satisfacer a sus clientes, no solo de Quito, sino de Guayaquil, Bogotá y Lima.

Hay indicios que doña Manuela heredó la habilidad de los López Solís, que se distinguieron en el arte de la platería. Hay muchas obras en miniatura que llevan el sello del taller de Samaniego en las que se delatan la finura de manos femeninas.

Como producto del trabajo mancomunado, el 7 de enero de 1795, compraron ambos unas casas de dos pisos, en la parroquia de Santa Bárbara y en la esquina nombrada de la Sábana Santa en el barrio de San Blas, a un precio de 3225 pesos. Esta propiedad de Samaniego, tenía como vecina a doña Josefa Cañizares.

Este artista de la Escuela Quiteña, durante su vida gozó de la fama de ser el mejor artista de su tiempo, y además de la pintura practicaba las demás artes plásticas.  El Barón de Carondelet solicitó al arquitecto español don Antonio García, que vino desde Popayán, la construcción del Domo o Catedral. El arquitecto trazó algunos proyectos y el Cabildo Catedralicio aprobó el proyecto presentado y es el que se conserva hasta el presente, este arquitecto estuvo frente a este trabajo hasta 1803 en que sus superiores le pidieron regresar a Popayán y dejó en su lugar para que concluya la obra al artista Manuel Samaniego que en ese entonces se encargaba de la decoración interior de la Catedral.

Su pintura manifiesta alegría y en cada cuadro que pintó, en especial de las Vírgenes, hay un halo de felicidad; también están presentes los toques de frescura y qué decir de la habilidad y las destrezas que manejaba al pintar los árboles, las aguas, terrazos y arquitecturas, a tal punto que los entendidos califican la aplicación de colores por Samaniego como dulces; también afirman que le faltó colores para diversificar sus pinturas; pero eso no por falta de habilidad, sino por los pocos y malos colores que existían en Quito en esa época.

Otra cualidad de Samaniego es la facilidad que tenía para realizar obras de diferentes tamaños, sean estas grandes, pequeñas y en miniatura, las mismas que eran calificadas como ágiles, bellas y agraciadas con la pureza de una flor.

Samaniego valoraba su trabajo, le dio gran importancia a sus cuadros y cobraba muy bien por ellos, a precios muy altos, por esa razón sus obras sólo están en lugares privilegiados, más una galería pintada por él en una casa de campo del Marqués de Selva Alegre. No todos tenían los medios para pagar sus obras. Al parecer no le agradaba pintar retratos.

El literato chileno Pedro Francisco Lira, en su Plutarco de los Jóvenes-Tesoro Americano de Bellas Artes escribió lo siguiente “Vivamente apasionado al estudio de su profesión, Samaniego se distinguió, tanto en la pintura del paisaje, como en la de la figura humana”.

OBRAS:

Los lienzos que existen en la Catedral de Quito son los siguientes: la Asunción de la Virgen en el altar mayor, El Nacimiento del Niño Dios, la Adoración de los Reyes Magos, el Sacrificio de San Justo y San Pastor y otros relacionados a la historia sagrada.

Nuestro artista destacado de la colonia falleció repentinamente a una edad avanzada dejando muchos discípulos, demostró y dio pruebas de mucha moralidad y consagración al trabajo. Probablemente el año de su muerte es el de 1824.

Reiteramos a Samaniego como el artista más destacado del final de la colonia, sus colores favoritos fueron el azul, el rojo, el verde y el blanco, que conjugaban con la delicadeza de su alma, con su fino estilo supo llenar de un aire de gracia y de frescura las figuras, que son imponentes por la precisión y la destreza del dibujo. Los temas inspirados que salieron de su paleta de colores fueron la Divina Pastora, la Inmaculada, El Tránsito de la Virgen.

Según Eugenio D’Ors, Samaniego ha definido la gracia como una belleza sonriente. Logra dar a sus pinturas pinceladas que le dan un matiz entre lo divino y lo humano, una categoría de belleza que agrada no solo a la vista sino al corazón, tuvo algunos discípulos entre ellos se distinguen Antonio Salas y José Lonveida, que pintó algunos lienzos en Riobamba.

Samaniego fue el último representante de nuestra pintura colonial y probablemente para la enseñanza de sus alumnos dejó como legado un Tratado de Pintura, el mismo que es un compendio de lecciones de los grandes maestros españoles, italianos y flamencos, y dejó las recetas para preparar las pinturas con los ingredientes que se encontraban en el medio.

FUENTES

  • Panegírico sobre la dormición de la Madre de Dios por San Juan Damasceno Doctor de la Iglesia
  • Historia de la Cultura Ecuatoriana José María VARGAS, 1965
  • Manuel Samaniego y Jaramillo CIUDADES PATRIMONIO Centro Virtual Cervantes

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