LOS PILARES DE AMERICA 3era y ultima Parte

Del proceso histórico que comenzó hace más de cinco siglos. En 1492 los europeos llegaron a América buscando rutas alternativas para el comercio con Asia de especias y productos de lujo, como sedas, joyas y perfumes, entre otros.

Como sostiene Miguel Alfonso Martínez, “en una fase más tardía, aparecieron otros factores contribuyentes a este expansionismo: la intolerancia religiosa, la opresión basada en el origen nacional y la marginalización económica y social de ciertos sectores de la población europea, así como, en diversas épocas, antagonismos y confrontaciones entre potencias europeas. En siglos ulteriores todos estos factores contribuirían a fomentar el establecimiento de nuevos contactos iniciales hacia el interior de los territorios ‘descubiertos’ así como a un mayor desarrollo y consolidación del fenómeno colonial en su conjunto”.

De acuerdo con un investigador llamado Aylwin, los españoles y los portugueses se valieron de las bulas papales de Alejandro VI (1493) para justificar la ocupación del territorio y el dominio sobre otros pueblos, y los ingleses utilizaron luego el concepto derivado del derecho romano de terra nullius (ausencia de población o tierra vacía) para referirse a la colonización de un territorio despoblado, sin habitantes, o bien habitado por “bárbaros”. Salvo en algunos casos muy específicos, no se consideraron los derechos territoriales previos de los habitantes originarios. 

Ahora conozcamos a los valerosos guerreros aborígenes de los países de: Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana,  El Salvador, Uruguay y Venezuela. 

URRACA – Panamá

Urracá invocar su nombre quiere dar el sinónimo de dureza y valentía ante la conquista española en sus territorios. Según se tiene información, la población nativa se encontraba dividida en múltiples provincias y cacicazgos y los grupos hablaban diversas lenguas. Sus jefes podían decidir acerca de la vida o la muerte de los pobladores de las tierras bajo su autoridad, y tenían influencia entre su gente como para mantenerlos en guerra durante largos períodos. Entre los caciques hubo rivalidades, y los españoles aprovecharon esas diferencias para lograr propósitos de conquista.

Fray Bartolomé de Las Casas afirma que Esquegua peleó junto a Urracá contra los españoles, hay indicios de que hacia 1522 un jefe indígena se había sometido a la autoridad española, y una década después Esquegua se uniría a los españoles contra Urracá. Durante catorce años el prolongado ambiente de guerra que se vivía en Natá y los trece intentos de ingreso en Veragua por parte de los conquistadores, sin éxito, hablan de las fortalezas de Urracá.

Se encontró información que el nombre Urraca, de origen taíno, y que significaba huracán, fue introducido por los conquistadores españoles, pero que su verdadero nombre, en el idioma de su grupo, el buglé, era Molenan, que significa puma.

Por nueve años Urracá combatió y  derrotó a los expedicionarios enviados por la Corona española Urracá utilizaba las tácticas de guerrilla, mostrando una aparente ofensiva débil y cediendo terreno al enemigo antes de combatir seriamente. Las tropas españolas encabezadas por Gaspar de Espinoza, pensando que los indígenas eran débiles y les temían los españoles, iban a la carga; sin embargo, debido a la táctica de guerrilla que utilizaba Urracá, eran rodeados en los acantilados y fosas por legiones de combatientes indígenas.

Luego de que varios conquistadores fuesen derrotados por el astuto Urraca, Gaspar de Espinoza fue llamado a la ciudad de Panamá por el Gobernador y Capitán General del reino de Tierra Firme, Pedro Arias de Ávila o Dávila (Pedrarias), para sustituirlo por Francisco de Compañón como encargado de la villa. Urraca aprovechó la ocasión de cambio de mando y atacó sorpresivamente a la población de Natá de los Caballeros.

Corría el año de 1527 cuando Urracá notó que no podría seguir el combate sin ayuda, por lo que consiguió importantes y poderosas alianzas con otros caciques, quienes tradicionalmente eran enemigos suyos. Así, caciques como Ponca, Dures, Duraria, Bulaba, Guisisa, Tabor, Guracona, Guaniagos, Pocoa y Trota se opusieron a los conquistadores españoles junto a otros fuertes caciques de Veraguas, bajo el mando de Urraca.

La llegada de Hernán Ponce de León a la villa de Natá de los Caballeros forzó a los aborígenes a levantar el sitio a la villa. Camino a Natá se dirigía el gobernador de Castilla del Oro, Pedro Arias Dávila con refuerzos para las tropas de Hernán Ponce de León. Tiempo después, la alianza de Urracá con los caciques probó ser esencial ya que derrotaron de manera humillante al capitán Albitres, quien logró escapar con vida y en Castilla del Oro reportó el combate ocurrido contra las fuerzas aliadas de los nativos del Istmo.

Luego de esta derrota, Pedro Arias Dávila decidió terminar con la cabeza de la alianza indígena por medio de un ardid bien planeado. En 1531, Francisco de Compañón fue designado para iniciar conversaciones con el fin de conseguir un acuerdo con el cacique Urraca, y envió emisarios a las tierras de este con la propuesta de realizar negociaciones de paz en Natá de los Caballeros. Urracá, confiado de las buenas intenciones de los españoles, acudió a la primera reunión de las negociaciones con dos de sus hombres.

Al entrar en la villa fue arrestado, encadenado y enviado a la ciudad de Panamá, para embarcarlo desde Nombre de Dios hacia España. Dos días antes de que el barco zarpase, Urracá logró escapar y reunirse con su tribu. Tanto la historia oficial como la tradicional están de acuerdo en que Urracá murió o desapareció en el año 1531, en algún sitio de las sierras que fueron sus dominios. Aunque la resistencia contra los españoles se mantuvo por varios años, la conquista de Veraguas fue culminada por Vásquez de Coronado.

Fue Fray Bartolomé de las Casas quien le dio origen a la tradición de este cacique guerrillero, noble y generoso con su pueblo, hábil y valiente en la guerra con los españoles, que siglos más tarde fue reconocido como figura fundacional del pueblo panameño, amante fiero de la libertad.

Se proclama finalmente la independencia de Panamá el 28 de noviembre de 1821 y acto seguido, decide de manera voluntaria unirse a la Gran Colombia presidida por Simón Bolívar. Y después de varios sucesos en las décadas futuras llega el 13 de noviembre de 1903 en que Estados Unidos reconoce formalmente a la República de Panamá.

LAMBARE – Paraguay

Entre las características propias de la organización política guaraní, basada en la existencia de numerosas agrupaciones en competencia entre sí, resultaban las guerras periódicas y las alianzas cambiantes. Durante el período previo a la conquista de los españoles la guerra fue común para los guaraníes.

Cuando los españoles llegaron a las tierras del Paraguay advirtieron que los guaraníes que allí habitaban carecían de una estructura sociopolítica compleja, aunque contaban con la conciencia socio regional de guára, piedra fundamental de la comunicación «intratribal» guaraní. Estas guáras, también denominadas provincias por los españoles, eran regiones territorialmente delimitadas con rozas y zonas de caza que no podían ser utilizadas por miembros de otras guáras sin el correspondiente consentimiento.

Por lo que cuentan los documentos históricos antiguos nunca existió este tal Cacique Lambaré, ni hay referencias de pueblos indígenas en los alrededores del cerro o esta zona del Río Paraguay. Lo curioso es que si existe el testimonio de otros jefes tribales menos conocidos cuyos nombres pasaron a formar parte de posteriores ciudades que se fueron formando, como en el caso de Itá o de Yaguarón.

En 1537 tuvo lugar luego de las penurias vividas por Pedro de Mendoza y sus hombres en el puerto de Buenos Aires. Si bien en los primeros momentos del contacto con los españoles los querandíes de los alrededores de la ciudad se mostraron amistosos e intercambiaron su alimento por productos europeos, optaron luego por interrumpir la relación, razón por la cual el alimento comenzó a escasear entre los europeos. Con la intención de someter a los querandíes, Pedro de Mendoza organizó una expedición militar que fue derrotada por aquellos y que dio inicio a los ataques de los indígenas sobre la reciente ciudad.

Hay muchas irregularidades e inconsistencias en la historia del Cacique Lambaré. Es uno de esos héroes místicos que permanecen y sobreviven en el imaginario colectivo del pueblo paraguayo.

Se ha recogido la versión en que Lambaré firmó la paz con los conquistadores españoles el día de san Blas, 3 de febrero, aparentemente por una señal del cielo y la aparición del mismo santo. Ello motivó que san Blas fuese reconocido como patrono del Paraguay en el siglo XVI, su figura fue cantada por el poeta Guido Spano junto con la del ave Urutaú en Nenia.

Entre el 14 y 15 de mayo de 1811 se llevó a cabo un golpe cívico militar que logró acordar contra el entonces gobernador de España, Bernardo de Velazco, un triunvirato con el que iniciaba la independencia del imperio español. El 25 de noviembre de 1842 se proclama formalmente la independencia de Paraguay, tras la muerte del Doctor Francia. El acontecimiento convirtió al país en uno de los primeros en ser independiente pero, a su vez, uno de los últimos en declararlo oficialmente.

TUPAC AMARU – Perú

Es hijo de Manco Inca Yupanqui y hermanastro de Sayri Túpac, quien lo había apartado del poder nombrándolo sacerdote y custodio de la momia de su padre Manco. A causa de su línea de sangre, no heredó el incanato rebelde de Vilcabamba, Siempre destaco en mostrarse contrario a los españoles y aceptó a regañadientes la paz de Acobamba firmada por su hermano. Cuando murió Titu Cusi en 1571, fue elegido inca con el apoyo de los generales rebeldes. Su elección significaba el triunfo del sector más duro y belicoso de Vilcabamba.

El virrey Antonio de Mendoza, recién llegado a Perú, creyendo vivo a Titu Cusi, envió diversas embajadas para negociar una paz definitiva y su abandono de las montañas. La nula respuesta a las mismas inquietó al virrey, que siguió insistiendo en mantener un nuevo contacto. En marzo de 1572, uno de estos embajadores, Atilano Ayala, vecino principal de Cuzco, apareció muerto a lanzadas, lo que motivó el inicio de nuevo a retomar las armas. El primer grupo de tropas fue enviado en abril, al mando de Martín García de Loyola; era la vanguardia de un poderoso ejército dirigido por el general Martín Hurtado de Arbieto.

La vanguardia de Loyola fue en principio desbaratada por las tropas de Túpac Amaru en la batalla de Cayaochaca, y el inca reorganizó sus batallones en el Pucará de Huayna. Pero, se equivocó dejando sin vigilancia el paso de Chuquichaca, un estrecho desfiladero por el que las tropas de Arbieto llegaron a las montañas de Vilcabamba. Las tropas españoles fueron cercando a la gente de Túpac Amaru y cerrándoles todas las posibilidades de huida. Aun así, el inca logró resistir y escapar hacia la selva junto a su comandante Huallpa Yupanqui. 

Sin embargo, el capitán García de Loyola, deseando vengar la primera derrota, formó un grupo de cuarenta personas que sigan a Túpac Amaru y se internó en la selva en su busca. Entre las informaciones de algunos de los indios capturados y las estrategias militares de Loyola, los soldados españoles capturaron a Túpac Amaru cuando intentaba huir remontando el río Urubamba. Acababa así un importante problema de seguridad militar para el virrey Toledo, ya que Vilcabamba suponía una dificultad política, al mantener un Estado incaico clandestino, dentro de la propia organización virreinal. En el territorio sometido se fundó San Francisco de la Victoria.

Los prisioneros fueron trasladados a Cuzco el 21 de septiembre de 1572. Allí el virrey Toledo juzgó al inca con la idea de castigarlo de modo ejemplar, de modo que Túpac Amaru fue condenado a morir decapitado públicamente en la plaza mayor de Cuzco. El obispo Agustín de Coruña intervino para impedir la ejecución de la pena capital del último rey inca, cosa que no consiguió, si bien pudo administrarle personalmente el bautismo. 

Finalmente se cumplió la condena y la cabeza del inca quedó expuesta en la picota durante dos días. La rapidez y el rigor de la ejecución crearon un ambiente contrario al virrey Toledo, que completó el Inca Garcilaso al presentar a Túpac Amaru como inocente. Si bien Levillier explica en su obra Don Francisco de Toledo los motivos jurídicos que hubo para la pena de muerte.

Túpac Amaru, el último soberano inca, dejó dos hijas. Una de ellas, Juana Pilco-Huaco se casó con Diego Felipe Condorcanqui, cacique de Surimaná, cuyo hijo, Blas Condorcanqui es el abuelo de José Gabriel Condorcanqui o Túpac Amaru II.

En abril 1825 concluye la campaña de Sucre en el Alto Perú, y en noviembre de ese mismo año, México consigue la capitulación del bastión español de San Juan de Ulúa en Norteamérica. Por último, en enero de 1826, caen los reductos españoles del Callao y Chiloé. España renuncia en 1836 a todos sus dominios continentales americanos. El 28 de Julio es el  Día de la Independencia de la República del Perú.

ENRIQUILLO – Rep. Dominicana

Según los historiadores es nacido en Santo Domingo en el último tercio del siglo XV, Enriquillo fue educado por los franciscanos que lo criaron, en su convento de Jaragua, en la religión y lengua de los españoles. Se casó con Mencía, una india de noble linaje. Fue encomendado en el repartimiento de Alburquerque de 1514 a Francisco Valenzuela, en San Juan de la Maguana, cuyo hijo lo maltrató, quitándole una yegua que tenía y abusando de Mencía. Por esta razón, el cacique se quejó ante el teniente de gobernador de la villa, Pedro Vadillo, quien no le hizo ningún caso. Enriquillo se trasladó, entonces, a Santo Domingo para presentar su queja a la Real Audiencia, tribunal que dio unas instrucciones, al parecer favorables al cacique, y a las que Vadillo no hizo caso. Ante tal injusticia, Enriquillo decidió sublevarse, en 1519, junto a un grupo de indios y convirtiendo las montañas de la zona en su principal centro de operaciones.

Tanto Valenzuela como Vadillo, al frente de unos setenta hombres que fueron enviados desde Santo Domingo, trataron con poco éxito de doblegar a Enriquillo, quien, aprovechando el terreno y lo escarpado de esos lugares, a la vez que el conocimiento de las armas y forma de combatir de los españoles, salió airoso de los ataques españoles. En 1526, el capitán Hernando de San Miguel, al mando de 150 hombres, decidió una nueva estrategia de lucha: arrasó todos los conucos de la zona con el fin de cortar los suministros a los indigenas.

Ante esta contraria situación, Enriquillo propuso al capitán San Miguel una tregua que fue aceptada por las autoridades de Santo Domingo y en la que pidió que participara como intermediario suyo el franciscano fray Remigio recordando viejos tiempos de enseñanza y educación a su lado. Enriquillo aprovechó la paz para trasladarse con gran sigilo a la parte oriental de la Sierra del Bahoruco, donde sembró nuevas plantaciones de cazabe que le garantizaban el mantenimiento de su pueblo. Poco antes había asaltado la estancia de San Miguel en Yáquimo.

En 1528 fue enviado como obispo de Santo Domingo, a la vez que como presidente de la Real Audiencia, Sebastián Ramírez de Fuenleal. Una de las principales misiones que llevaba era la de pacificar la isla tras los levantamientos de Enriquillo y de los demás indios, además de los negros cimarrones. Fuenleal, que se había mostrado muy partidario del indio, trató de concertar la paz con Enriquillo pero no lo pudo culminar ya que en 1531 fue trasladado a México a presidir su Audiencia.

Sobre la particularidad de este levantamiento, los oidores de la Audiencia de Santo Domingo se lo explicaban así al Emperador: “Es guerra con indios industriados y criados entre nosotros, y que saben nuestras fuerzas y costumbres, y usan de nuestras armas y están proveídos de espadas y lanzas, y puestos en una sierra que llaman Bahouruco, que tiene de largura más que toda el Andalucía, que es más áspera que las sierras de Granada”.

Enriquillo creó un sistema defensivo propio de un español. Situó su cuartel en una zona de la sierra prácticamente inaccesible para los españoles, y según carta del licenciado Vadillo de 1533, “estaba en parte a donde jamás los españoles habían llegado y en lugar tan fragoso y escondido que nos dice que fue casi imposible hallarle aquel asiento y que junto de él tenía muy grandes xagueyes (bejuco) a manera de cuevas para se esconder él y su gente si fuesen hallados”. Al mismo tiempo, el cacique Enriquillo estableció un complejo sistema de información en torno a él.

El levantamiento de Enriquillo incitó a otros indios y negros a sublevarse contra los españoles en distintas partes de la isla, como la sublevación del indio llamado Ciguayo en varias estancias de la Vega y el Cibao y muriendo a manos de sus captores en 1530. Más importancia tuvo el alzamiento del cacique Tamayo en las cercanías de Puerto Real, el cual, tras matar a algunos españoles, fue a refugiarse con Enriquillo en la sierra del Bahoruco. Otros indios sublevados por esas fechas fueron Hernandillo el Tuerto por tierras del Bonao, Buenaventura y Cotuí o el cacique Murcia que, después de veinticinco años levantado, llegó a un acuerdo con las autoridades en 1544 para retirarse con sus indios a Puerto de Plata.

A partir de 1531, la guerra contra Enriquillo se agravó, por lo que el Rey consideró muy urgente tomar medidas para terminar con el conflicto. Se organizaron cuatro cuadrillas formadas cada una por ocho españoles y cierto número de indios, radicadas en San Juan de La Maguana, otra en La Yaguana, otra en Puerto Real y la cuarta en la zona de La Vega y Santiago con el fin de defender las partes sensibles de la isla.

Desconfiada la Corona de encontrar una salida pacífica, decidió acabar con los insurrectos por las armas. Tras más de dos meses de búsqueda, entre julio y agosto de 1533, Barrionuevo tuvo una importante entrevista con Enriquillo y Tamayo en los alrededores del lago llamado Comendador Aibaguanex, hoy Enriquillo, con el fin de concertar un tratado escrito que comprometiera directamente al rey de España, Carlos I. El cacique del Bahoruco pronto comprendió la importancia del citado acuerdo, consintiendo por propia voluntad concertar la paz.

Por ese tratado a Enriquillo le ofrecieron tierras, un asentamiento para él, para su familia y seguidores, además del título de “don”, una distinción que entonces llevaba sólo la nobleza más distinguida. Por contrapartida, se obligaba a entregar a todos los indios y negros cimarrones que hallase, recibiendo por cada negro “cuatro camisas de lienzo”. Igualmente se comprometía a ir contra los indios alzados.

Al tener conocimiento del acuerdo entre Enriquillo y Barrionuevo, Bartolomé de Las Casas, fraile dominico que residía en Santo Domingo desde 1521, tras el fracaso colonizador y evangelizador de Tierra Firme, visitó a los indios en el Bahoruco celebrándoles misas y bautizando a Tamayo y a otros indígenas. Las Casas, gran protector de los indios, animó a Enriquillo a mantener la amistad con los cristianos asegurándoles que el pacto firmado con el rey de España sería sumamente beneficioso para el cacique y para todo su pueblo. Enriquillo entonces marchó a la villa de Azua donde recibió al indio Gonzalo que regresaba de Santo Domingo.

En 1534, Enriquillo y su esposa Mencía, acompañados de algunos de sus caciques, fueron a visitar la ciudad de Santo Domingo, donde fueron recibidos con muchos honores. A su regreso se trasladó con toda su gente a las cercanías de la villa de Azua fundando un pueblo que se conoció con el nombre de Boyá. Enriquillo murió poco después, el 27 de septiembre de 1535, como un auténtico cristiano, siguiendo las ideas religiosas que le habían enseñado desde muy pequeño los franciscanos. Después de confesarse y redactar su testamento, fue enterrado, según su deseo, en la iglesia de Azua. El cacique dejó por herederos, al mando de su pueblo, a Mencía y a su primo Martín de Alfaro.

El cronista Juan de Castellanos lo definió así: “Fue Enrique, pues, / indio ladino / Que supo bien la lengua castellana, / Cacique principal, harto vecino / Al pueblo de San Juan de la Maguana [...] / Era gentil lector, gran escriban”.

Durante la ocupación haitiana, Juan Pablo Duarte, desde Santo Domingo, creó una sociedad secreta llamada “La Trinitaria” y planeó un golpe de Estado en contra de los gobernantes haitianos. El 27 de febrero de 1844, Juan Pablo Duarte y el resto de “La Triniatria” lograron la independencia de la República Dominicana como Estado soberano con un cañonazo desde la “Puerta del Conde”, en Santo Domingo e izaron la bandera azul, roja y blanca de la República Dominicana.

ATLACATL – El Salvador

Hay que resaltar que al contrario de lo que se cree, la Conquista española de Mesoamérica fue un proceso largo y difícil. Comenzó, de hecho, cuando Cristóbal Colón montó una base de operaciones en la isla La Española (hoy compartida por la República Dominicana y Haití) durante su segundo viaje. Desde allí, diversos exploradores españoles poco a poco fueron acumulando información sobre la existencia de la “Tierra Firme” hacia poniente, poblada por gente muy diferente a los nativos de las islas ya conocidas del Caribe.

Colón se encontró frente a las costas de Honduras con una canoa de comerciantes mayas, quizás procedente de Yucatán, durante su último viaje en 1502. La canoa estaba repleta de mercadería jamás vista por los europeos en las islas del Caribe, como telas finas, armas de obsidiana y hachas de cobre. Era evidente que los tripulantes de la canoa pertenecían a una civilización que los españoles desconocían. Nadie se imaginaba la existencia del continente ni de las grandes civilizaciones nativas y sus inmensas poblaciones.

Centroamérica fue conquistada desde dos rutas: una proveniente de Panamá y la otra de México. Gil González Dávila salió de Panamá, de Castilla de Oro, y llegó a Nicaragua en 1523. Asimismo, Andrés Niño emprendió una exploración a lo largo de la costa del Pacifico de Nicaragua hasta el golfo que bautizó con el nombre de Fonseca. Niño también recorrió la costa del actual El Salvador antes de regresar a Panamá.

Desde México se planeó la conquista de Guatemala, Honduras y El Salvador, como ya se verá en el siguiente apartado. Las expediciones de exploración y conquista de Honduras procedieron de lugares diferentes:

  1. De la isla La Española, bajo el mando de Gil González Dávila. 
  2. De México y Guatemala, dirigida por Cristóbal de Olid y Francisco de las Casas, enviados por Hernán Cortes en 1524, y por el mismo Cortés posteriormente.
  3. De Panamá, comandadas por Andrés Niño y Gil González. 
  4. De Nicaragua, al mando de Francisco Hernández de Córdoba, enviado por el gobernador Pedrarias Dávila.

El territorio de los dominios del cacique Atlacatl ocupaba gran parte del actual El Salvador. A la llegada de los españoles en 1524 ofreció dura resistencia a la hueste de Pedro Alvarado y no se plegó nunca a la autoridad extranjera. Huyó con parte de su pueblo a las montañas desde donde lanzó varios ataques contra los invasores. Pedro Alvarado intentó apresarlo varias veces, pero sufrió varias derrotas que le dieron un aire mítico al cacique indígena. Finalmente, en un ataque a la villa española de San Salvador fue derrotado y ahorcado, aunque hay dudas sobre la fecha exacta.

De acuerdo con la cronología del historiador Jorge Lardé y Larín, Alvarado entró al actual territorio salvadoreño el 6 de junio de 1524, cruzando el río Paz en la costa del departamento de Ahuachapán. Pasó por dos pueblos pipiles, Mopicalco y Acatepeque, cuyos habitantes huyeron ante el avance de tan numeroso ejército. Mopicalco y Acatepeque desaparecieron de la geografía salvadoreña a principios del siglo XVII, víctimas de las epidemias.

Les costó a los españoles imponerse a los guerreros pipiles. Pedro de Alvarado fue alcanzado por una flecha que le fracturó el fémur y le dejó una herida que se mantuvo infectada durante ocho meses, sin duda a causa de las pequeñas astillas de obsidiana de la punta de flecha cuando estalló contra el hueso.

En realidad muchos historiadores dudan de la existencia misma de Atlacatl, algunos dicen que en él se aúnan y mixtifican todos los episodios de resistencia del pueblo de Cuzcatlan. Otros investigadores, como el profesor Jorge Larde Larín, van más lejos, y sostienen la tesis de que el propio Atlacatl recibió en su palacio amigablemente a Alvarado y se avino a pactar con él.

La pacificación del Valle Central se llevó a cabo en 1573, al mando de Alonso Anguciana de Gamboa. En ese momento las poblaciones indígenas ya habían sido debilitadas por el acoso español y diezmadas por las enfermedades.

Fue un cacique indio del señorío de Cuzcatlán, que resistió a los españoles. Muchos historiadores dudan de la existencia de Atlacatl, se dice que en él se aúnan y mixtifican todos los episodios de resistencia del pueblo de Cuzcatlán.

Atlacatl fue un cacique indio del señorío de Cuzcatlán, que resistió frente a los españoles. El territorio de los dominios del cacique Atlacatl ocupaba gran parte del actual El Salvador. A la llegada de los españoles en 1524 ofreció dura resistencia a la hueste de Pedro Alvarado y no se plegó nunca a la autoridad extranjera. Huyó con parte de su pueblo a las montañas desde donde lanzó varios ataques contra los invasores. Pedro Alvarado intentó apresarlo varias veces, pero sufrió varias derrotas que le dieron un aire mítico al cacique indígena.

Muchos historiadores dudan de la existencia de Atlacatl, algunos opinan que en él se aúnan y mixtifican todos los episodios de resistencia del pueblo de Cuzcatlán. Otros investigadores van más lejos y sostienen la tesis de que el propio Atlacatl recibió en su palacio amigablemente a Alvarado y se avino a pactar con él.

En un ataque a la villa española de San Salvador fue derrotado y ahorcado, aún existen dudas sobre la fecha exacta. En El Salvador, el 5 de noviembre de 1811 se dio el alzamiento conocido como el Primer Grito de Independencia, encabezado por José Matías Delgado, Manuel José Arce y los hermanos Aguilar, en San Salvador.

ABAYUBA – Uruguay

Hablar de Uruguay es primero considerar a este país como originariamente integrado en un área más extensa que abarcaba las cuencas de los ríos Paraná y Uruguay desde sus fuentes en el sur del Brasil.

A ambos lados del río Uruguay, tanto del lado argentino como uruguayo, se distribuía el grupo de los charrúas. Ellos pertenecían a la raza pámpida, alta, vigorosa y bien proporcionada; los antropólogos físicos describen los caracteres genéricos que distinguen a la raza pámpida del siguiente modo:

"El cráneo es voluminoso y presenta con frecuencia un elevado espesor óseo y notable peso, especialmente en los grupos macrosomáticos conservados en el sur; los pómulos son poderosos y el mentón grueso y saliente; la cara es alargada y el índice nasal leptorrino (nariz estrecha y larga). La construcción del esqueleto es maciza, a, veces enorme. Al lado de este canon macrosomático algo grosero, hay que tener en cuenta las proporciones recíprocas de los miembros, que señalan una notable armonía. 

El corte atlético y el equilibrio de las masas musculares hacen del pámpido uno de los más soberbios modelos del organismo humano. En cuanto a la fisonomía, no existe casi dimorfismo sexual, y los hombres muy poco se distinguen de las mujeres. Color cutáneo de pigmentación intensa, con reflejos bronceados. Iris oscuro; pelo duro y liso"

Por eso hablar de Abayubá que fue un cacique de los charrúas, sobrino del cacique Zapicán, que murió en 1574 en el combate de San Salvador a manos de los españoles. Se le considera un gran líder para su pueblo y destacó por su valentía y bravura al enfrentar a los conquistadores.

Nombre de uno de los principales jefes de la tribu de los indios Charruas, en la Banda oriental del río Uruguay, América del Sur: este jóven, en unión con su tío Zapicán y otro guerrero llamado Tabobá, parece, según Centenera y el P. Lozano, que gobernaban aquella tribu en la época de Zárate y Garay. Por su bravura indomable ha pasado a la historia: murió en una de las batallas más sangrientas que sostuvieron los españoles con aquellos indígenas, agarrado de las riendas del caballo de un soldado apellidado Leiva, el cual se vio en tan gran peligro, que debió la vida a la ayuda de sus compañeros.

Una parte que hay que resaltar de la cultura aborigen es su modo funerario con respecto a la muerte, Felix de Azara apunta que “tan pronto como muere un indio, transportan su cadáver a un sitio determinado, que es hoy una pequeña montaña, y lo entierran con sus armas, sus trajes y todas las alhajas y objetos. Algunos disponen que se mate sobre sus tumbas el caballo que más querían, cosa que se ejecutaba por algún amigo o pariente. La familia y los parientes lloran mucho al muerto y su duelo es muy singular y muy cruel. Cuando el muerto es un padre, un marido o un adulto, las hijas y las hermanas ya mujeres se cortan así como la esposa, una de las articulaciones de los dedos por cada muerto, empezando esta operación por el dedo meñique. Además se clavan varias veces el cuchillo o la lanza del difunto, de parte a parte, en los brazos, el seno y los costados, de la cintura para arriba, yo lo he visto. Añadid a esto que pasan dos lunas metidos en sus chozas, donde no hacen más que llorar y tomar poquísimo alimento. Yo no he visto una sola mujer adulta que tuviese los dedos completos y que no llevara cicatrices de heridas de lanza. El marido no hace duelo por la muerte de su mujer ni el padre por la de los hijos; pero cuando éstos son adultos, a la muerte de su padre se ocultan dos días, completamente desnudos, en su choza, sin tomar casi alimento, y este solamente puede consistir en carne o huevos de perdiz. Después, por la noche, se dirigen a otro indio para que les haga la siguiente operación: coge al paciente un gran pellizco por la carne del brazo y la atraviesa por distintas partes con pedazos de caña de un palmo de largo, de manera que los extremos salen por los dos lados. El primer pedazo se clava en el puño, y los otros, sucesivamente, de pulgada en pulgada, sobre toda la parte exterior del brazo, hasta el hombro, y aún sobre él. No se crea que estos pedazos de caña son del grueso de un alfiler, sino que son astillas cortantes de dos a cuatro líneas de ancho y cuyo grueso es igual por todas partes. Con este triste y espantoso aparato sale el salvaje que está de duelo y se va solo y desnudo a un bosque o a cualquier prado, sin temer al jaguareté ni a otros animales feroces que están persuadidos de que huirán viéndolos ataviados de tal modo. 


Lleva en la mano un palo armado de una punta de hierro, y se sirve de él para cavar, con ayuda de sus manos, un hoyo donde se mete hasta el pecho y donde pasa la noche en él. Por la mañana sale para ir a una cabaña, semejante a las ya descritas y que está siempre preparada para los que están de duelo. Allí se quita las cañas, se acuesta para descansar y pasa dos días sin comer ni beber. Por la mañana y los días siguientes los niños de la tribu le llevan agua y algunas perdices, o sus huevos, en muy pequeña cantidad; los dejan a su alcance y se retiran corriendo, sin decir una palabra. Esto dura diez o doce días, al cabo de los cuales el doliente va a buscar a los otros. Nadie está obligado a estas bárbaras ceremonias; pero, no obstante, es muy raro que dejen de realizarse, porque el que no se conforma exactamente a ellas es considerado como débil; este concepto es su único castigo; y aún no le daña en la sociedad a que pertenece. Los que crean que el hombre no obra nunca sin motivo y que pretenden descubrir la causa de todo podrían ejercer su curiosidad en buscar el origen de un duelo tan extravagante entre esta nación de indios
"

El nombre de Abayuba, ya simpático para los literatos del Uruguay, se ha hecho casi legendario, a consecuencia de una tragedia escrita por el coronel Bermudez, y representada con gran éxito en los teatros de Montevideo y Buenos Aires por los años 1858 y 59. La Independencia de Uruguay fue el proceso mediante el cual el territorio uruguayo, conocido entonces como Banda Oriental del Río de la Plata, se independizó de la Corona española. Dicho proceso comenzó el 28 de febrero de 1811 con el Grito de Asencio.

GUAYCAYPURO – Venezuela

Conocido popularmente como "Guaicaipuro", su verdadero nombre según consta en los documentos de la época, era Guacaipuro. Fue sin duda alguna, el más firme opositor que encontraron los conquistadores españoles en las recién descubiertas tierras venezolanas (1498). Cacique de los indios Teques y Caracas, acaudilló la resistencia a la penetración europea en la zona norcentral de Venezuela durante la década de 1560. La región ocupada por los Teques estaba poblada por muchos indígenas que formaban grupos independientes con sus jefes propios o caciques. El principal de estos grupos era el de Guacaipuro, cuyo asiento era Suruapo o Suruapay, situado en el actual San José de los Altos. Baruta era el nombre de su hijo mayor, y Tiora y Caycape el de dos de sus hermanas.

Descubiertas unas minas de oro en tierras de los Teques, al comenzar Pedro de Miranda su explotación, fue atacado por Guacaipuro y tuvo que abandonarlas. El entonces gobernador de la Provincia de Venezuela, Pablo Collado nombró a Juan Rodríguez Suárez (fundador de Mérida en 1558) en sustitución de Miranda, quien luego de vencer a Guacaipuro en varios combates, creyó pacificada la región, dejando en las minas varios obreros para trabajarlas junto con tres hijos suyos. Ausente Suárez, Guacaipuro asaltó las minas matando a los trabajadores y los hijos de éste. Acto seguido, al enterarse Juan Rodríguez Suárez del desembarco del tirano Lope de Aguirre, se dirigió hacia Valencia con sólo 6 soldados, situación que aprovechó Guacaipuro para emboscarlo y asesinarlo. 

Al poco tiempo de este suceso, el gran cacique se constituyó en la figura central de un gran levantamiento por parte de todas las tribus y jefes indígenas del Valle de Caracas (Naiguatá, Guaicamacuto, Aramaipuro, Chacao, Baruta y Paramaconi, entre otros), lo que hizo temer a los españoles por el futuro de la recién fundada Santiago de León de Caracas (1567). 

Como medida ante el inminente ataque a dicha ciudad, Diego de Lozada (fundador de Caracas) ordenó la captura de Guacaipuro al alcalde Francisco Infante. Conducido Infante por unos guías indígenas hasta el bohío o caney donde habitaba Guacaipuro, decidió prenderle fuego a la vivienda para obligarlo a salir de ésta. Viéndose en trance de perecer, el valiente guerrero saltó fuera, encontrando la muerte a manos de los soldados españoles.

El 5 de julio de 1811 se firma el acta de la independencia, ese día es celebrado en Venezuela como su día nacional. En esa fecha formalmente a través del documento “Acta de declaración de la independencia”,​ Venezuela se separa de España. La sociedad patriótica integrada por Simón Bolívar y Francisco de Miranda fue la pionera en el impulso de la separación de Venezuela de la corona española.

Como nos menciona el investigador Quiteño Luis Azuero: “Los gobiernos de cada uno de los países americanos, a través de sus embajadores, organismos culturales y particularmente periodistas, han enviado en distintas épocas a Quito los bustos de sus valiosos héroes indígenas, materializando así, el sentimiento de fraternidad americana, en pleno corazón de la patria ecuatoriana”.

La construcción de nuestro futuro tiene como condición sine qua non un compromiso de autenticidad, en el sentido de que debemos hacer frente a tan extraordinaria empresa partiendo de nosotros mismos: lo que hemos sido, lo que somos y lo que podemos ser, gracias a los esfuerzos de nuestros propios pueblos.

“No somos europeos... no somos indios… Somos un pequeño género humano”, decía Simón Bolívar.  “Poseemos un mundo aparte, cercado por dilatados mares, nuevo en casi todas las artes y ciencias aunque, en cierto modo, viejo en los usos de la sociedad civil”.  Ese “pequeño género humano” de que hablaba Bolívar es en realidad la raza mestiza, aunque mucho tiempo debía transcurrir antes de que los latinoamericanos nos reconociéramos como tales y más aún para que comprendiéramos las potencialidades creadoras del proceso de mestizaje y lo transformáramos en motivo de legítimo orgullo.

Que estas líneas para rescatar la biografía de los héroes aborígenes de cada país, sean para fortalecer nuestra identidad y con ella rescatar la cultura que hemos heredado de generaciones anteriores. Es deber nuestro enriquecerla, y así poderla heredar a la gente que viene en el futuro con el ideal de justicia, honradez y solidaridad.




FUENTES

PANAMÁ

  • Historia de las Indias de Bartolomé de las Casas
  • El Cacique Urracá de Manuel María Alba
  • Panamá indígena 1501-1550 de Alfredo Castillero
  • Relaciones sociales y fluctuantes entre indígenas y españoles durante el período de contacto. Urraca, Esquegua y los vecinos de Natá en Revista Nacional de Cultura
  • Ministerio de Cultura de Panamá

PARAGUAY

PERÚ

  • Diccionario histórico biográfico del Perú, t. VIII,
  • Historia de las guerras de los últimos incas peruanos
  • Diccionario de Historia de España
  • Quién es quién en la América del Descubrimiento (1492-1600) de  José Maria González Ochoa
  • Diccionario Biográfico Español
  • Ministerio de Cultura - Gobierno del Perú

REPUBLICA DOMINICANA

  • Elegías de varones ilustres de Indias de Juan de Castellanos
  • Historia de las Indias de  Bartolomé de las Casas
  • Historia General y Natural de las Indias de Gonzalo Fernández de Oviedo
  • Los Dominicos y las Encomiendas de Indios de la Isla Española de Eduardo Rodríguez Demorizi
  • Los taínos de la Española Santo Domingo de Alfredo Cassá
  • Los cacicazgos de la Hispaniola de Bernardo Vega
  • El Indio antillano de Eduardo Mira Caballos
  • Convenio Andres Bello 
  • Ministerio de Cultura de Republica Dominicana 

EL SALVADOR

URUGUAY

  • Los Aborígenes del Uruguay de Aníbal Barrios Pintos
  • Acevedo Díaz y los aborígenes del Uruguay de Eduardo José Figueira
  • Los apuntes manuscritos de este distinguido en cuanto esclarecimiento militar sobre los indios charrúas del Uruguay del Brigadier General Antonio Díaz
  • De Historia Primitiva de América. Los grupos raciales aborígenes de José Imbelloni
  • Ministerio de Educación y Cultura de Uruguay 

VENEZUELA


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