LA APASIONADA LIBERTADORA DEL LIBERTADOR

Aquí estoy yo, ¡esperándole! No me niegue su

presencia de usted. Sabe que me dejó en delirio

y no va a irse sin verme y sin hablar... con su amiga,

que lo es loca y desesperadamente”.

Manuela

El Garzal, a 28 de julio de 1822

Con este extracto de la carta de Doña Manuela Sáenz al General Bolívar, quiero dar el inicio a estas líneas biográficas, en conmemoración de un año más de la penosa muerte de tan valiente y decidida mujer.

MANUELA SAENZ AIZPURU.- Nació en Quito el 27 de Diciembre de 1797 y fueron sus padres el español Simón Sáenz de Vergara y Joaquina Aizpuru, dama de la sociedad quiteña. Manuela Sáenz era la que en estos tiempos se llamaba “hija bastarda”, motivo por el cual no pudo vivir con su padre y, peor aún, heredó de su madre el odio a la familia paterna por haberlas deshonrado con una relación que no se pudo legitimar.

Luego que murió su madre, Manuela Sáenz quedó desamparada, pues era menor de edad, no tenía parientes conocidos ni tampoco facilidades económicas, por lo que fue internada en los Conventos de la Concepción y el de Convento de Santa Catalina. Entre las cosas que aprendió destacan: el aprender los idiomas de inglés y francés y  otras actividades que debía tener una dama de su época como el tejer y bordar, también el de cocinar y elaborar dulces.

Los domingos después de misa iba a visitar a su madre y así transcurrieron algunos meses hasta que un Oficial del ejército real la raptó y vivió con ella, devolviéndola al poco tiempo al Convento. En este tiempo su madre enfermó y murió. Entonces su padre decidió llevarla consigo a Lima en un viaje de negocios que proyectaba hacer a esa capital.

En 1817 su padre arregló un matrimonio de conveniencia con el Dr. Jaime Thorne Grembil, natural de Aylesbury. Inglés de 40 años de edad, cuando ella tenía 22. El 23 de enero de 1822 fue condecorada con la Orden del Sol por el general José de San Martín, pues Manuela convenció a su hermano, quien era capitán del Regimiento Numancia, a pasarse a las filas del ejército patriota. Ricardo Palma, nos recuerda dicho momento del siguiente modo  “Entre las ciento doce caballerescas de la Orden del Sol figura la señora Sáenz de  Thorne, que indudablemente fue una de las exaltadas patriotas”. Apoyo al ejercito libertador para la Batalla de Pichincha quienes eran dirigidos por Antonio José de Sucre, el cual lograría la Independencia definitiva de Quito a España.

En Quito, el 16 de junio de 1822, conoció personalmente a Simón Bolívar en el baile de gala que se realizó celebrando la libertad, horas antes lo había recibido con una corona de laurel que le lanzo cuando estaba cerca de la Plaza Mayor. El amor surgió entre ellos y, desde entonces, Manuela para el libertador se constituyó en la última mujer con quien tuvo una vinculación sentimental duradera desde la muerte de su esposa, María Teresa Rodríguez de Toro, hacía 20 años antes.

Con su característico estilo, don Ricardo Palma describe dicha relación: “…y en esa época principiaron sus relaciones amorosas con la bella Manuelita, única mujer que, después de poseída, logró ejercer imperio sobre el sensual y voluble Bolívar…”. Para las damas de la alta sociedad de ese tiempo, fue un motivo más para vituperar contra la Sáenz, que ni siquiera se había dado el afán de divorciarse.

Cuando Bolívar viajó al Perú a liberarlo, Manuela Sáenz lo acompañó sin importarle el qué dirán ni las reacciones de su esposo James que, se encontraba en Chile. “Como sus servicios a la causa de la Independencia eran altamente positivos, el coronel Daniel O’Leary, ayudante del Libertador del Norte, propuso a este que doña Manuela forme parte de su Estado Mayor, lo que fue aceptado por Simón Bolívar. En octubre de 1823, doña Manuela Sáenz fue asimilada al Estado Mayor de las Tropas Unidas, con el grado de coronela, con uniforme de casaca azul, vueltas y cuello rojos y encargados de los archivos personales del Libertador.

Durante el recorrido que hizo Bolívar por los Andes antes de la batalla de Ayacucho,  Doña Manuela le siguió, pero discretamente. En Bogotá, Manuela Sáenz tuvo que enfrentar a grandes detractores de Bolívar, encabezados por don Francisco de Paula Santander y el general José María Córdova, sus enemigos declarados.

Pero el descontento fue creciendo. “Los soldados -dice M. L. Jaramillo- se quejaban por el atraso en los pagos, las mujeres, de la carestía, la aristocracia, de la pérdida de privilegios, los comerciantes, por el deterioro en sus negocios, y los intelectuales, por la falta de libertad”. Entonces, la oposición prepara varios planes para derrocar al dictador; entre ellos, conspiraciones para matarlo. Doña Manuela estaba bien informada de tales maniobras.

En el mes de agosto, en una fiesta de máscaras en el teatro El Coliseo, quisieron asesinarlo pero una acción involuntaria de Manuela salvó la vida del Libertador. El 25 de septiembre doña Manuela, de manera premeditada, vuelve a salvar a Bolívar de otro atentado. Este, en señal de agradecimiento la llama: “La Libertadora del Libertador”.

Manuela publicó un folleto, llamado “Torre de Babel”, donde denunciaba la ineficacia del gobierno y otros asuntos secretos, por lo que el distanciamiento se hizo evidente y a Santander no le quedó otra cosa sino denunciarla por provocadora y sediciosa y disponer su encarcelamiento, pero no lograron apresarla y en los últimos días del año 1830 emprendió viaje hacia Santa Marta para cuidar la salud de Bolívar, pero cuando estaba en un lugar denominado Honda recibió una carta de Louis Perú de Lacroix, un joven veterano de los ejércitos de Napoleón, edecán del Libertador, la que decía: “Permítame usted, mi respetada señora, llorar con usted la pérdida  inmensa que ya habremos hecho, y que habrá sufrido toda la República, y prepárese usted a recibir la última fatal noticia”. La carta llevaba la fecha del 18 de diciembre de 1830. Bolívar había fallecido el día anterior.

Desolada y otra vez sola, perdió el objetivo de su vida, fue presa fácil de Santander,  quien, el 1 de enero de 1834, la desterró definitivamente de Colombia. Manuela se fue a Jamaica, de allí a Guayaquil, a donde llegó en octubre de 1835. Pero el allí. Viajó a Paita “...un puerto en el desierto peruano sin agua y sin árboles, y formado por una sola calle y un muelle al que solo llegaban balleneros de Estados Unidos. Allí, en un desvencijado edificio, se leía “Tobbaco. English spoken. Manuela Sáenz”.

Así vivió entre 1834 y 1856, es decir, 22 años, en medio de la soledad circundante, pues solo iban a Paita los desterrados ecuatorianos, uno que otro enfermo de la piel a curarse con el clima seco y las aguas termales y quizá algún marino curioso de su antigua fama. Garibaldi afirmaría después que al conocerla en Paita se había dado cuenta que era la mujer más importante del siglo.

En noviembre del último año se declaró una epidemia de difteria y el 23, a eso de las seis de la tarde, murió posiblemente de asfixia. Su entierro fue pobrísimo como había sido su vida final y los restos fueron entregados a una fosa común, de suerte que se perdieron para la historia. Tenía solamente 61 años pero aparentaba más.

Su archivo personal se perdió en gran parte pero antes de que la casa de Manuela Sáenz en Paita fuera consumida totalmente por el fuego, el General Antonio de la Guerra -amigo de ella y de Bolívar- rescató un arcón de madera con algunos documentos (su diario, cartas) que solo pudieron ser recuperados 130 años después. De esos escritos, de su Diario de Paita, provienen estas citas tomadas del libro "Patriota y amante de usted" editado en México.

"Eres la luz despierta de los tiempos oscuros. Eres nuestra compatriota y nuestro destino. Hoy eres memoria viva de la Libertad. Hoy eres el espejo en el que otras mujeres se miran y agigantan". Estas palabras dichas por el Presidente Rafael Correa las menciono el 24 de mayo del 2007, que como acto de gratitud y homenaje ascendió al grado de Generala a Manuela Sáenz Aizpuru.

En la Universidad Andina Simón Bolívar, se presentó el libro publicado  en Perú titulado: “MANUELA SAENZ LA HEROÍNA OLVIDADA”, cuya autoría es de la Dra. Linda Lema.

Fuentes:

  • Diccionario Biográfico del Ecuador, Rodolfo Pérez Pimentel 1987.
  • Manuela Sáenz: “mi patria es el continente de la América”, Jenny Londoño López.
  • Diario El Universo.

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