EL OBISPO DEL QUINCHE

Al frente del templo del Quinche encontramos una estatua de un religioso, el cual pasa muchas veces desapercibido entre las miles de personas que visitan anualmente este lugar. En marco de la novena de Nuestra Señora de la Presentación del Quinche, quiero darles a conocer a través de estas líneas quien es este ilustre personaje.

LUIS LÓPEZ DE SOLÍS.-  Nació en la ciudad de Salamanca. Sus padres fueron, don Francisco de los Ríos y doña María López de Solís, eran personas muy conocidas ya que eran de altos recursos. Muy joven aún vestía el hábito de humilde fraile agustino en el convento de su ciudad natal. En el año 1556, siendo todavía estudiante, viajaba al Perú, donde recibió la ordenación sacerdotal. En Lima el Padre Fr. Luis López de Solís era profesor de Filosofía y pocos años después fundaba la Cátedra de Teología en la ciudad de Trujillo.

El 1 de julio de 1571 se celebraba en el Cuzco el Capítulo de la Orden. Fr. Luis López de Solís, como Definidor más antiguo, presidía dicha asamblea, en la que, con el apoyo de todos los asistentes, fue elegido Provincial, cargo que lo desempeñó por dos ocasiones. Durante su primer período se fundó la Provincia agustiniana en Quito.

Al tiempo que fue preconizado para la Diócesis del Paraguay o Río de la Plata, dictaba la Cátedra de Teología en la Universidad de Lima. La muerte inesperada del Obispo. Antonio de San Miguel, tercer Obispo de Quito, obligaba al Rey Felipe Il a dirigirle una carta confidencial, el 17 de abril de 1592, en la que decía al Maestro de Teología:

“Venerable y devoto Padre Maestro Fray Luis López, de la Orden de San Agustín, catedrático de Teología en la Universidad de la ciudad de los Reyes, de las provincias del Perú, y a quien tenía elegido para Obispo de las provincias del Río de la Plata, porque estando al presente vacante la Iglesia y Obispado de la provincia de Quito, por muerte de Fray Antonio de San Miguel, y entender que, además de ser en ello servido Nuestro Señor, vuestra persona es más a propósito para el dicho Obispado de Quito, he tenido por bien de volveros a elegir y nombrar para é1. Yo os encargo que, si conformándoos con la voluntad de Nuestro Señor le aceptáredes, os vais luego a gobernarle... y si, habiéndolo encomendado muy de veras a Nuestro Señor, os determinármeles a no aceptar, guardaréis secreto, volveréis a enviar este despacho, con toda brevedad, para que se provea aquella Iglesia de Prelado”.

Fr. Luis López de Solís, más por humildad y obediencia que por otros motivos humanos, aceptó la alta designación que se le proponía. Despachadas las Bulas (Decreto Papal), recibió la ordenación episcopal en la ciudad de Trujillo de manos del entonces Arzobispo de Lima, Santo Toribio de Mogrovejo; y el 18 de agosto de 1593 tomaba posesión de la Diócesis por medio del Deán Bartolomé Hernández de Soto.

Pocos meses después, el 23 de junio de 1594, entraba en la ciudad de Quito el Fiscal del Rey describe así su entrada: “el Maestro Don Fray Luis López, Obispo de este Obispado y fue recibido con contento general de toda esta tierra, porque la larga vacante de Prelado -alrededor de doce años- da mucha pesadumbre y había hecho mucha falta”. 

Desde el primer momento de su llegada a Quito, el Obispo Solís desempeñó su oficio pastoral con mucha autoridad en su persona, recogimiento en su vida, pero también con mucho celo apostólico en el gobierno de su Diócesis, siendo, por tanto, ejemplo viviente para todos cuantos le conocían y le trataban.

Durante los doce años que pasó como Obispo, se celebraron dos Sínodos: el primero, en Quito, en el año 1594, a los pocos meses de la llegada del Ilmo. Señor Solís; y el segundo, en la ciudad de Loja del 15 al 24 de agosto de 1596, pues para esta fecha se hallaba allí de visita pastoral.

Estos dos Sínodos fueron muy necesarios para reorganizar la Diócesis, puesto que la prolongada vacante había sido causa de cierto relajamiento en una parte del clero, tanto secular como regular, y de la intromisión de malas costumbres.

El Obispo López de Solís tiene la gloria de haber sido el fundador del Seminario “San Luis” para la formación de los futuros párrocos de la Diócesis, pues dicho Prelado no se contentaba únicamente con sacerdotes virtuosos, también deseaba que fuesen instruidos, que lo dirigieron los Jesuitas desde 1594 hasta su expulsión en 1767. Fundó, además, las Parroquias de San Marcos y de San Roque, en la ciudad de Quito, y extramuros, también la de Santa Prisca, antigua ermita; “hizo edificar la iglesia de Guápulo, pueblo pequeño de indios, media legua de Quito, a donde está la imagen de la Madre de Dios, con advocación de Guadalupe”. Y la autorización de la Fundación del Claustro de Santa Clara en 1596.

Y en lo que respecta a las visitas pastorales, se debe resaltar que, al igual que su predecesor en la Sede de Quito, el Obispo. Solís anduvo por dos ocasiones el extenso territorio de su Diócesis, visitando ciudades, pueblos y aldeas, atravesando montañas, ríos y llanuras. Por la dificultad de caminos, probablemente grandes trechos los hacía a pie.

En cada pueblo que visitaba permanecía a lo más tres días y cuando menos, veinte y cuatro horas. Con frecuencia el celoso Prelado administraba personalmente el Bautismo a los indios y les predicaba, ya que era muy diestro en la lengua indígena. Confirmó a millares de los naturales.

Al final de su primera visita pastoral, hallándose de regreso en la ciudad de Quito, en una carta dirigida al Rey el 8 de mayo de 1597 le decía: “Año y medio he gastado en la visita general de este Obispado, confirmando la mayor parte de gente, que había muchos que carecían de este sacramento, por la larga vacante de mi antecesor. He hallado buena doctrina en los beneficios que están a cargo de clérigos, porque tienen y guardan los Concilios y Sinodales, y va en mucho aumento, de que doy gracias a Dios Nuestro Señor; lo cual no va en las doctrinas de religiosos, porque, como exentos, usan de libertad... viven como quieren, no hay quien pueda saber si son suficientes, ni si saben la lengua, y así he hallado grandes yerros en la visita, y a los más ignorantes en lo mejor, porque quien los provee no debe de mirar el bien y salvación de las almas”.

Durante los años que el Obispo Luis López de Solís en Quito se preocupó porque el clero estuviese bien tratado, porque Encomenderos y Corregidores cumpliesen sus obligaciones respecto al pago del salario de Doctrineros. En la provisión de Parroquias y Doctrinas no tenía preferencia sino por los más dignos; no se dejaba llevar nunca de la acepción de personas.

Escribiendo al Rey el 10 de abril de 1600 le decía: “Muchos clérigos viejos tengo fuera de beneficios, con intento de no ocuparlos en ellos, y no se descarga la conciencia porque saben muy poco, como gente que los ocupaban en tiempo que era forzoso; y ahora con la ayuda del Seminario y estudios, tengo tan buenos sujetos, voy entremetiendo los que saben y sacando los ignorantes, porque ya no me contento con que sepan los doctrineros la lengua, sino que han de predicar y declarar el Evangelio y de esto se quejan los ignorantes bien apriesa”.

Cuando se trataba de informar al Rey acerca de los sacerdotes beneméritos a fin de que recibieran recompensa, este Obispo buscaba los méritos aún en la obscuridad de su modestia, como veremos más adelante al tratar este punto.

Era exigente consigo mismo y con los demás en el fiel cumplimiento de las leyes eclesiásticas, de las constituciones de los Concilios provinciales de Lima y de los Sínodos de Quito. En algunas ocasiones, si tenía que corregir a tal o cual sacerdote, lo hacía con paternal solicitud.

En el peor de los casos, si no había enmienda de parte de los interesados, el Obispo López de Solís no tenía ningún reparo en acudir a otros medios: “Después que estoy en este Obispado -escribía al Rey el 10 de abril de 1600- he desterrado de él más de treinta clérigos de mala vida y costumbres y tienen tanta ventura que, por allá arriba -se refiere a la Diócesis del Cuzco o de Charcas- los ocupan bien, atribúyolo a falta de clérigos”.

En el año de 1604, el Gobernador de Oyacachi, Don Luis de Quisiñan, al inaugurar su casa saco la Imagen de la Virgen de sus cultos y su lugar puso una cabeza de oso vestida con la ropa de la Virgen que se guardaba en la capilla del poblado. Enterado de este suceso López de Solís enseguida fue a Oyacachi con más de 100 indios de El Quinche, quienes se llevaron a la Virgen al Poblado del Quinche.

Y para terminar esta pequeña biografía del cuarto Obispo de Quito, digamos algo de sus virtudes. El Ilmo. Señor Solís daba muestras de su humildad y obediencia a la voluntad de Dios el día en que aceptaba la elección para el episcopado. Su mortificación y espíritu de sacrificio, en extremo admirable. Las dos visitas pastorales nos hablan del celo apostólico de que estaba revestido. Era caritativo para con todos. Su renta episcopal la distribuía entre los pobres y las Parroquias y Doctrinas más necesitadas de medios económicos.

González Suárez, Arzobispo que fue de Quito a principios de siglo, hablando de su antecesor. Luis López de Solís, nos dice: “Virtudes, como las del insigne Obispo Solís, no han sido comunes en nuestra patria... en el claustro fue modelo de religiosos, en el solio fue ejemplar de Obispos”. Como ejemplo el mismo narra que Luis López de Solís era de oración y penitencia ya que utilizaba cadenas de hierro para disciplinarse.

A mediados del año 1605 el Rey, por los magníficos informes que tenía del Obispo de Quito, pedía al Sumo Pontífice el traslado del Ilmo. Señor Solís para llenar la vacante del Arzobispo de Charcas. Muy a pesar suyo tenía que dejar su querida Diócesis de Quito, donde, desde el primer momento, había depositado todo su corazón. Se puso en camino hacia donde se lo llamaba; mas, no tomó posesión de su nueva Diócesis, porque Dios le consideraba ya digno de descansar en el cielo, pues en la ciudad de Lima, de edad muy avanzada, fallecía santamente el 5 de julio de 1606.

Se están haciendo incluso algunos estudios complementarios al iniciarse su proceso de canonización, que contó con el nihil obstat de la Santa Sede, dado el 2 de febrero de 1994, después de hacerse la petición de apertura en Lima el 4 de febrero de 1994, y diese su placet la Conferencia Episcopal Peruana el 5 de diciembre de 1994.

FUENTES

  • HISTORIA GENERAL DE LA REPUBLICA DEL ECUADOR TOMO 2 y 3 de Federico González Suarez
  • LOS JESUITAS Y LA EDUCACION COLONIAL de Jorge Villalba SJ
  • FRAY LUIS LOPEZ DE SOLIS FIGURA ESTELAR DE LA EVANGELIZACION DE AMERICA de Félix Carmona. OSA

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