MONASTERIO DE SANTA CLARA

El Papa Alejandro IV, en la bula de su canonización, la define como vaso de humildad, joyero de castidad, ardor de caridad, dulzor de benignidad, vigor de paciencia, lazo de paz, comunión de vida familiar, afable en el trato, apacible en todo y siempre amable. Los cuatro ministros generales de las cuatro familias franciscanas, con motivo del octavo centenario del nacimiento de santa Clara (1193-1993), la definen como de personalidad fuerte, valerosa, creativa, fascinante, dotada de extraordinaria afectividad humana y materna, abierta a todo amor bueno y bello, tanto hacia Dios como hacia los hombres y a todas las demás criaturas.

En estas líneas quiero unir la semblanza del templo Quiteño dedicado a la Santa de Asís, con extractos de la biografía de tan notable mujer, para que la persona que lea este articulo la próxima vez, que tenga la oportunidad de ingresar a ese espacio también vea en su entorno las características que llevaron a Clara a los altares.

MONASTERIO DE SANTA CLARA.- Las hijas de la “plantita” de Asís, como la llamaba Francisco a Clara, señorita de buenos recursos económicos que se escapó de su casa el Domingo de Ramos del año de 1212 para seguir la vida de pobreza evangélica a ejemplo de Francisco de Asís.

Este Monasterio se estableció gracias a Doña Francisca de la Cueva viuda del Capitán Juan López de Galarza quien era mayor de la Real Audiencia, este un día ultrajo al Obispo ya que el Prelado no le quiso dar un cargo y como consecuencia de este suceso el Capitán fue excomulgado. Al poco tiempo murió prematuramente, Doña Francisca deseosa de reparar la ofensa de su esposo quiere establecer un Monasterio bajo la advocación de la Santa de Asís.

Es así que compra el 15 de mayo de 1596, las casas de Alonso Aguilar y Francisco López que quedaban a lado sur de la calle que llevaba a la Cantera, el 18 del mismo mes el Padre Provincial de los Franciscanos Fray Juan de Cáceres en compañía de otros religiosos tomo posesión del sitio destinado a Monasterio.

A los dieciséis días de la entrada de Clara, su hermana Inés, inspirada por el divino Espíritu, se dirige presurosa a donde su hermana y, descubriéndole el secreto de su voluntad, le confesó que quería consagrarse por entero al Señor. Ella, abrazándola gozosamente, exclamó: “Doy gracias a Dios, dulcísima hermana, porque ha atendido a mi solicitud en favor de ti”.

En cuanto (sus familiares) se enteran de que Inés había pasado a vivir con Clara, corren al día siguiente hacia el lugar doce hombres encendidos en furia y, disimulando al exterior el malvado plan, fingen una visita pacífica. Pero en cuanto se encaran con Inés, le dicen: “¿A qué has venido tú a este lugar? Date prisa en volver de inmediato con nosotros”. Al responder ella que no quería separarse de su hermana Clara, se lanzó sobre ella un caballero con ánimo enfurecido y, sin perdonar puñetazos ni patadas, trataba de arrastrarla por los pelos, mientras los otros la empujaban y la alzaban en brazos. A todo esto la jovencita, viéndose arrebatada de las manos del Señor, como presa de leones, grita diciendo: “Ayúdame, hermana carísima, y no permitas que me aparten de Cristo Señor”.

Los enfurecidos asaltantes arrastran por la ladera del monte a la jovencita que se resistía, y le rasgan los vestidos, y dejan señalado el camino con los cabellos arrancados. Clara, postrándose en oración entre lágrimas, pide para su hermana constancia en el propósito y suplica que la fuerza de aquellos hombres se vea superada por el divino poder.

Y, de pronto, efectivamente, el cuerpo de Inés, caído en tierra, parece cargarse de tanto peso que, aunados los  esfuerzos de los numerosos hombres, no pueden de ninguna manera transportarlo más allá del arroyuelo. Acuden otros más desde los campos y las viñas con intención de prestarles ayuda, pero les resulta imposible levantar del suelo aquel cuerpo. Y cuando ya tienen que desistir de su empeño, comentan entre bromas el milagro: “Toda la noche ha estado comiendo plomo, no es extraño que pese”.

Pero el señor Monaldo, su tío paterno, llevado de furiosa rabia, intenta golpearla brutalmente con el puño; pero sintió de repente que un dolor atroz le invadía la mano levantada para golpearla, y por mucho tiempo le siguió atormentando este angustioso dolor. Clara, llegándose hasta el lugar, ruega a los parientes que desistan de la pelea y dejen a su cuidado a Inés que yace medio muerta.

Mientras se retiran ellos, amargados por el fracaso de su empresa, se levantó Inés, jubilosa y gozando ya de la cruz de Cristo, por quien había combatido esta primera batalla, consagrándose para siempre al servicio divino. Luego el bienaventurado Francisco la tonsuró con sus propias manos y, junto con su hermana, la amaestró en los caminos del Señor

Traemos esta primera escena de la vida de Clara, para volver nuestra mirada al templo Quiteño en que el Padre Vargas, religioso Dominico en su libro “El Arte Ecuatoriano”, menciona que: las primeras admitidas son Doña Francisca de la Cueva, su hija María, Ana y Andrea de Ortega. Siendo así que queda fundado el 19 de noviembre de 1596.

Fray Antonio Rodríguez lego Franciscano Quiteño fue el arquitecto que trazo y edifico la Iglesia. Un hecho que cabe destacar es que en la noche del 19 de enero de 1649, fueron robadas la custodia, copones con las formas consagradas y cálices. Toda la edificación tiene las funciones de: culto, iglesia, Monasterio, clausura y vivienda.

Sus marcos de piedra están representados tanto la coronación de María Santísima como a la Santa Patrona del Monasterio. Se conoce que el pintor Quiteño Manuel Samaniego fue el que dirigió a sus 30 años de edad la construcción y decorado del retablo mayor de la Iglesia. Más adelante la decoración de la Iglesia se llevó a Cabo por el Padre lazarista Pedro Brüning en 1912.

Las religiosas que habitan este lugar inician sus labores desde las cuatro de la mañana, en su vida contemplativa una de las principales obligaciones de las clarisas, siguiendo el ejemplo de su santa Madre, es orar por todas las necesidades de la Iglesia y del mundo. Era tanto su amor a Cristo y a la Iglesia que, cuando se enteró de que el 16 de enero de 1220 cinco frailes menores fueron martirizados en Marruecos, deseó ella también ir a predicar y morir por Cristo y por la Iglesia.

Además se unen la de los labores de hacer vinos, bocaditos, medicinas naturales como para los nervios hasta la caspa, la confección de ornamentos. Hay que rescatar que el Papa Inocencio IV, a la vez que vincula a las clarisas a la Orden de frailes menores, les impone la obligación de aceptar propiedades para sustentarse. Esto no se refería al convento de san Damián, que estaba exento por el privilegio de pobreza, Pero afectaba a todos los demás conventos de clarisas.

Entonces, Clara, mujer valiente, toma la decisión de escribir ella misma una nueva Regla, basada en las normas de vida recibidas de san Francisco y que pudieran servir para todos los conventos de clarisas o seguidoras del espíritu de San Damián. Esta Regla es menos rígida y mecánica que las anteriores. Es más flexible y humana.

Con frecuencia se apela al Espíritu del Señor y a la iniciativa individual. Tiene un sentimiento profundo de comunión fraterna y de participación de todas en las preocupaciones y problemas del monasterio.

Su nueva Regla será un documento único, redactado por una mujer en la Edad Media y fue solemnemente aprobado por bula pontificia. Por primera vez en la historia, se tendrá una Regla de vida para mujeres, escrita por una mujer. Para escribirla, tuvo presente la Regla escrita por Francisco para sus frailes y aprobada por bula papal en 1223, pero también introduce algunas cosas de la Regla de San Benito y de las Constituciones hugolinianas y de la Regla de Inocencio IV, y todo ello con la experiencia de 40 años de vida religiosa.

Ya para ir terminando estas líneas sobre el Monasterio de Santa Clara en sus paredes el 4 de agosto del 2018 fueron las anfitrionas en recibir a 270 jóvenes delegados de Aguarico y Zamora que participaron en la Quinta Jornada Nacional de la Juventud. Próximamente tendremos noticias en saber si abrirán nuevamente sus puertas para observar su pesebre que tiene una gran riqueza histórica cultural.

Concluimos estas líneas quiero compartirles el texto de su bendición es un documento quizá único en la historia del cristianismo, escrito por una mujer. Merece ser presentado por entero:

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

El Señor os bendiga y os guarde.

Os muestre su faz y tenga misericordia de vosotras;

Vuelva su rostro a vosotras y os conceda la paz,

a vosotras, hermanas e hijas mías, y a todas

las que han de venir después de vosotras

y han de formar parte de esta nuestra hermandad,

y a todas las demás de toda la Orden que perseveren

hasta el fin en esta santa pobreza.

Yo, Clara, sierva de Cristo, plantita del padre nuestro san Francisco, hermana y madre vuestra y de las demás hermanas pobres, aunque indigna, suplico a nuestro Señor Jesucristo que, por su misericordia y por la intercesión de su santísima Madre María, de san Miguel arcángel, de todos los ángeles de Dios y de todos los santos y santas, el mismo Padre celestial os conceda y confirme esta santísima bendición en el cielo y en la tierra: en la tierra multiplicándoos en gracia y en virtudes entre sus siervos y siervas en su Iglesia militante; en el cielo, exaltándoos y glorificándoos entre sus santos y santas en su Iglesia triunfante.

Os bendigo en mi vida y después de mi muerte, en cuanto me es posible y más de lo que me es posible, con todas las bendiciones con que el mismo Padre de las misericordias ha bendecido y bendecirá en el cielo y en la tierra a sus hijos y a sus hijas espirituales, y con las que cada padre o madre espiritual ha bendecido y bendecirá a sus hijos y a sus hijas espirituales. Amén

Sed siempre amantes de Dios y de vuestras almas y de todos vuestros hermanos para que observéis siempre solícitamente lo que al Señor prometisteis. El Señor esté siempre con vosotras y ojalá vosotras estéis siempre con Él. Amén

FUENTES

  • EL ARTE ECUATORIANO por Fray José María Vargas, O.P.
  • Ministros generales, Clara de Asís, mujer nueva
  • Escritos de San Francisco y Santa Clara de Asís del P. Lázaro Iriarte
  • Legenda sanctae Clarae virginis de Pennacchi

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